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El mordisco urbano 

“En una cultura que, aún estando dentro, ha aprendido a mirar la tierra como si viviese fuera de ella, no extraña pisar solo cosas muertas.” (1)
“La palabra humano está emparentado con humus, que significa tierra o suelo. Humano significa procedente de la tierra, del suelo. Nuestro propio nombre nos revela que, además de ser agua y aire, somos también tierra y suelo. En una cultura que no se siente terrícola, no se echa de menos caminar sobre el suelo vivo que le da nombre a nuestra especie.” (2)
Yayo Herrero

“Somos suelo. Somos tierra. Estamos hechos de los mismos elementos que constituyen el universo. Lo que hacemos al suelo, nos lo hacemos a nosotros mismos” (3)
Vandana Shiva

El continuum urbano muerde la montaña, para que lleguen más casas, más gente y más presiones sobre el territorio, lo que ha ido generando un proceso de especulación inmobiliaria y de gentrificación que expulsa a los locales. Estos asuntos, sin duda, profundizan las problemáticas socio espaciales y ambientales y comprometen el patrimonio biocultural que se expresa en aguas, aire limpio para respirar, suelos, conocimientos y saberes del campesinado.

Localizada al suroccidente de Medellín, La Comuna 70 – Corregimiento de Altavista, limita con el corregimiento de San Cristóbal y el área urbana de la ciudad. Al occidente con el corregimiento de San Antonio de Prado, al sur con el municipio de Itagüí y al oriente con la zona urbana (4).

El Jardín, La Esperanza, Altavista cabecera, San José del Manzanillo, San Pablo, Aguas Frías, El Corazón – El Morro, Buga – Patio Bonito son las ocho veredas que le dan forma a un territorio de 2.741,22 hectáreas y alturas comprendidas entre 1.600 y 2.400 metros sobre el nivel del mar (5). Sus relieves son quebrados, de cañones intramontanos, que conforman un sistema de valles longitudinales, paralelos y rectilíneos.

La microrregión ocupa el 40.9%, es decir, 1.122 hectáreas del territorio corregimental. Contiene 426.9 hectáreas de bosque natural fragmentado, 70.1 hectáreas de plantaciones forestales y 165.9 hectáreas de pastos para ganadería que se encuentran principalmente en las veredas El Corazón – El Morro, Aguas frías, Buga – Patio Bonito y el Jardín (6). Las otras 459.9 ha. corresponden a otros usos (7).

Los mayores hitos geográficos están localizados sobre las estribaciones de las cuchillas El Barcino y Piedra Gorda y en los Altos El Corazón y El Manzanillo. El territorio cuenta con un área protegida que se ubica en la parte alta de la microcuenca desde los 1.830 metros y superiores. Tiene límites naturales como la estribación y la cuchilla del Manzanillo hacia el sur, la cuchilla del Barcino hacia el occidente y las estribaciones de la cuchilla del Barcino que forma la divisoria de aguas (8), entre las cuencas de las quebradas Altavista y Aguas Frías o Picacha hacia el norte.

Cuando se alza la vista, dependiendo de donde se esté en el corregimiento, se puede ver al Morro Pelón, Alto El Tonto, Alto de las Tres Cruces, Alto El Pinal, Alto Los Lichos, Alto Las Tres Marías o Tres Morros, Alto El Encanto, Alto del Barcino, Alto de Santa Rita, Alto Los Jaramillo y Alto de la Torre o Zafra. Monstruos gigantes que se paran en un solo pie, referencias importantes cuando se habla del paisaje.

Desde el punto de vista geomorfológico, la unidad litológica predominante es el stock de Altavista, que se extiende desde la quebrada Doña María hasta la quebrada La Volcana en San Sebastián de Palmitas y está constituido por dioritas y granodioritas (rocas plutónicas) en diferentes estados de meteorización, es decir, de descomposición del mineral cuando entran en contacto con la atmósfera, hidrósfera y biósfera.

Desde el siglo pasado (años 40) estas características del suelo han sido aprovechadas en la extracción de arcillas, arenas y agregados pétreos para la elaboración de tejas, ladrillos y materiales de construcción. De este modo, en Altavista, desde entonces, coexisten varios usos del suelo: viviendas con pequeñas parcelas productivas, zonas de pastoreo, y zonas de extracción de materiales, donde se presenta un suelo desnudo, con poca o nula cobertura vegetal, como si se tratara de un paisaje lunar. Alrededor hay viviendas aisladas y dispersas, algunas poseen una arquitectura campesina tradicional, y otras tantas están fabricadas con materiales que proveen las ladrilleras, tejares y canteras.

Muchas de esas casas le dan forma a los centros poblados que conforman pequeñas islas independientes sin continuidad inmediata: San Francisco, La Perla, Manzanares, Altavista Central, El Concejo, El Guacharaco, La Esperanza, El Jardín, San Vicente, La Última Lágrima, El Guamo (o La Florida) y La Palma, entre otros, que en su mayoría se ubican de manera paralela a la quebrada Altavista, el área más densificada del corregimiento y donde puede verse un gran mordisco a la montaña y un gran hilo de agua enfermo por la contaminación: la quebrada Altavista. Alrededor de las casas se observan construcciones unifamiliares, bifamiliares o trifamiliares sobre todo en la calle 18-19, donde también hay tiendas, graneros, bares y billares. En menor medida, en los centros poblados, se observan fincas o ladrilleras, no obstante, cuando se eleva la vista, el suelo se ve degradado.


Además de esta centralidad, hay otros tres sectores: el Corazón – El Morro que ordena la quebrada Ana Díaz; la quebrada La Picacha, que estructura el sector de Aguas Frías; y la quebrada Guayabala, que determina los sectores de Jardín y San José de Manzanillo. Cada uno de ellos tiene una relación independiente con la estructura de la urbe, que amenaza con expandirse, tanto por el crecimiento endógeno (9), como por la llegada de personas de otros lugares, en su mayoría población campesina desplazada de Urabá y del Oriente Antioqueño, pero también migrantes intraurbanos que llegan al territorio en busca de arriendos más favorables, así como de oportunidades de trabajo en canteras y ladrilleras. La ocupación de terrenos es directa o por reubicación, como sucedió con el asentamiento de desplazados de Mano de Dios, quienes antes vivían en la comuna centro oriental y tras un incendio, el municipio decidió reubicar a las familias en la urbanización Nuevo Amanecer.

En Altavista, la historia de ocupación, el crecimiento de la población y la cercanía del territorio a la urbe coloca en segundo lugar a la ruralidad, puesto que la centralidad de la mayoría de las veredas se instala en el barrio Belén, donde priman las lógicas urbanas. Sectores como Buga Patio Bonito que están ubicados en la parte alta del corregimiento, ya sufren las presiones de la expansión de un monstruo de cemento que no para de crecer. Muchos de los predios que habitan campesinas y campesinos son inferiores a 3 hectáreas, pero además el aumento de impuestos y el alto costo de los servicios públicos hace que la población se vea obligada a vender sus tierras, y estas muchas veces, empiezan a ser reemplazadas para usos urbanos o como fincas de recreo, sobretodo en los sectores de Buga, El Corazón – El Morro y Aguas Frías (10).

Los planes parciales (11) prometen incrementar el número de familias cerca o en el corregimiento, lo que sin duda generará presiones demográficas (12) profundizando la conflictividad entre los intereses de la urbe y la ruralidad. Un asunto paradójico, puesto que el territorio constituye una reserva forestal, hídrica y verde del municipio, lo que podría incrementar los desequilibrios territoriales que ya existen: una alta intervención física en el suelo urbano y muy baja en lo rural.

Ochenta años de transformación socio-espacial

Altavista ha sido considerado un sitio de paso, desde la zona urbana hacia otras zonas del departamento de Antioquia. El viejo camino de herradura comunicaba a Medellín con otros municipios del suroccidente. San Antonio de Prado hacía parte de la ruta del oro que se traía de Santa Fe de Antioquia y de la salida de mercancías y productos agrícolas (13). A partir de los años 40 hubo una transformación socioterritorial importante, se cultivaba café y legumbres, pero poco a poco, las alfarerías y explotaciones mineras fueron ganando terreno para extraer de los suelos, barro para amasar y moldear en forma de cubos rectangulares. La primera fábrica de ladrillos nació en 1940, cuando la familia de Don Eduardo Gutiérrez, dueña de la finca “La Lucha”, decidió cambiar su tradición agrícola, para convertirse en la alfarera La Lucha (14). Otros propietarios decidieron hacer lo mismo y de este modo transformaron las tierras productivas en canteras y plantas de beneficio para la producción del ladrillo. Otros finqueros empezaron a lotear sus terrenos para la construcción de viviendas, puesto que la llegada de las ladrilleras estaba demandando mano de obra y necesidades de habitabilidad en la zona.

Altavista, o el tramo medio y alto de la microcuenca, era una fracción territorial que pertenecía a la zona urbana de Medellín en la época de los ochenta. La vereda El Corazón – El Morro hacía parte de la comuna 13, mientras que San José del Manzanillo, Aguas Frías y la parte Central pertenecían a la comuna 16 Belén. En 1987, el acuerdo municipal 054 definió al territorio como Corregimiento, y lo convirtió en el quinto de Medellín pero fragmentado e incomunicado entre sí.

El cierre de algunas ladrilleras fue dejando terrenos para el establecimiento de la Casa de Gobierno y los colegios (15). La aparición en 1992 de la institución Mi Río, generó acciones y obras en algunas de las microcuencas que antes habían actuado como barreras entre los barrios o sectores de la ciudad y como basureros para el depósito de desechos domésticos. Las intervenciones de Mi Río permitieron generar franjas a los lados del cauce, el paso con puentes peatonales y carreteables y la extensión del Barrio Belén (16).

Actualmente, Altavista es el corregimiento más cercano a la zona urbana de Medellín, por lo tanto mantiene un vínculo estrecho con la ciudad y depende de los bienes, servicios y actividades inherentes a la dinámica urbana.

Las quebradas Jabalcona, Guayabala, Altavista, Picacha y Ana Díaz (17) tienen una estrecha relación con el proceso de poblamiento en el territorio y una estrecha conexión con los barrios Belén y La América.

Suelos: el mordisco

Horacio Machado Aráoz (18) argumenta que entre el siglo XVI y el siglo XXI, el régimen de plantación se consolidó como la institución económica y política que serviría de matriz para generar las relaciones sociales, pero además, sería la raíz de la producción capitalista de la naturaleza.

La “plantación”, para Machado Aráoz es una tecnología política y ecológica de expolio de la vitalidad de los cuerpos y de la tierra. Es concentración, poder en pocas manos y latifundio, donde se despoja a las mayorías de los medios de subsistencia. En estricto sentido, para el autor, la plantación no es sinónimo de agri-cultura, puesto que es una técnica de guerra contra la fertilidad de los suelos, mientras que la agricultura significa el arte humano de cultivar la tierra, para producir el sustento vital, lo que implica un metabolismo energético que se basa en el aprovechamiento de la energía solar que se capta a través de la fotosíntesis como medio para nutrir los cuerpos. Desde su punto de vista, el régimen de plantación “nos ha llevado a comer petróleo” y ha provocado un colapso geometabólico que hoy se expresa en la crisis climática. Este régimen tiene su correlato en el plano ontológico político donde se piensa a la tierra y a los cuerpos que la trabajan, como extensión de la propiedad de un individuo, varón y generalmente armado, que con base en la violencia se erige como dueño de la tierra. En esa medida el proceso económico deja de ser sustento y pasa a ser visto como explotación. Un salto en el vacío de la historia humana, donde se pasó de la colaboración para reproducir de manera ampliada a la vida, a la maximización de la rentabilidad.

La raíz ecológica, económica y política de los problemas que tenemos hoy, se ubican en la matriz de una economía concebida como guerra de conquista y de explotación de las energías vitales para su valoración abstracta.

Asistimos entonces a la era del “plantanoceno” o capitaloceno, donde el ser humano se deja de reconocer como humus (tierra o suelo) y empieza a comportarse como un conquistador/depredador.

En el mismo sentido Yayo Herrero (19) afirma que el ser humano ha creado una pared simbólica con el resto del mundo vivo, para crear un abismo ontológico entre la vida humana y el planeta en el que se desenvuelve. Esta situación se ve agravada en los últimos años.

La crisis climática expresa la situación de colapso civilizatorio en el que nos encontramos. No obstante, bajo ese concepto se engloban otros asuntos que de maneras distintas tienen lugar en diferentes territorios y contextos: extinción masiva de especies, ruptura de ciclos naturales y desaparición de cuerpos de agua, crisis alimentaria, huracanes de nivel 5, inundaciones en ciudades capitales, olas de calor que sobrepasan los 50 grados centígrados, deshielos masivos en lugares lejanos como la Antártida, sequías de más de un año, incendios, desplazamientos humanos masivos, propagación de enfermedades que se consideraban controladas como el dengue, la malaria y en el otro extremo, enfermedades respiratorias y de la piel, entre muchos otros, como la pandemia Covid19 que hoy padecemos.


Si hacemos lecturaleza, y alzamos la vista para observar de manera profunda, nos podemos dar cuenta de la ruptura de las condiciones básicas para la subsistencia de la vida humana y no humana; del debilitamiento para acceder a los alimentos, al agua y la posibilidad de que las viviendas cumplan su función protectora de signos, tejidos, paredes, emociones, objetos y relaciones enmarañadas. Pero además, la ruptura implica que las personas dejan de ver posible la permanencia en sus territorios por los condicionamientos que se les imponen.

Desde posturas como el ecofeminismo se indica que debemos transitar hacia una cultura que sea consciente de los límites y la vulnerabilidad, lo cual requiere la movilización de emociones, miradas y prácticas que permitan alumbrar nuevas subjetividades.

Si queremos asegurar nuestra supervivencia, tendremos que ser más austeros en el uso de materiales y generación de residuos. Usar energías renovables y limpias y articularnos con las economías de cercanía. El reto, es aprender a desarrollar una buena vida con menos materiales y energía, de tal manera que ese bienestar se redistribuya y sea universalizable para todas personas.

¿Cómo podemos romper con los vínculos simbólicos que hoy identifican la sociedad de consumo con la calidad de vida? Si queremos un mundo distinto, con posibilidades para la vida, ¿cómo nos repensamos en relación con la comida y con el alimento que se produce en los suelos y con las manos campesinas?

La vida debe estar en el centro de la reflexión. Lo difícil será que las personas quieran y deseen esa transición, en un mundo que crece y crece a nivel poblacional y sobretodo, que ha construido sus paradigmas basados en la bonanza energética y el sobre consumo energético, propio del capitalismo industrial y hoy digital, que sin duda ha impactado a los mundos agro-culturales.

Cuando se alza la vista en Altavista se observan descapotes que se realizaron con bulldozers para hacer terraceos o para extraer material de los suelos, lo que ha dejado grandes áreas al descubierto con un gran impacto visual: un mordisco a la montaña. Pero además, se ha construido una escasez de agua en el territorio con las labores de arranque y transporte de material de canteras, que es tomada de las quebradas vecinas y devuelta con altos niveles de sedimentos y contaminación (20).

Altavista ha tenido paisajes de café, cebolla junca, tomate de árbol, ají, helecho crespo, naranjas, mandarinas y otros frutales, pero también cunicultura, avicultura, porcicultura, lombricultura y actividad pecuaria (21). Hoy, entre pancogeres y producciones agroecológicas, como apuestas sociopolíticas para el cuidado de los suelos y de los cuerpos que trabajan la tierra, se descubren granacuyás o maracudillas, jengibre, romanescos, rocotos y otros cultivos no tan comunes. Todo ello en medio de la inequidad para distribuir la tierra y de la invisibilidad de la producción campesina tradicional que lucha por ser reconocida en el ámbito local a través del Distrito Rural Campesino.

La trama urbana se impone sobre los mundos agro-culturales de Altavista. En los últimos años muchos habitantes han tenido que acostumbrarse a convivir con urbanizaciones cerradas y construcciones de altura en las diferentes entradas al corregimiento. Esto sin duda amenaza de manera drástica sus costumbres, territorios e imaginarios (22) ante el crecimiento de un mercado inmobiliario que hace que vivir ahí sea cada vez más caro, porque aumenta el impuesto predial y los servicios públicos domiciliarios.

La vista desde la vereda El Manzanillo
La pérdida de cobertura vegetal, la afectación del paisajismo, la contaminación del aire, del suelo y de las aguas han generado una condición de erosión de todas las formas de vida, que puede apreciarse en las cárcavas abandonas de la montaña.

En la red de relaciones de los seres vivos, los seres humanos somos solo una parte de esta conversación, pero en algún punto sentimos que no hacíamos parte y empezamos a comportarnos en escenarios de actuación individual. ¿Cómo podremos seguir asegurando nuestra existencia? ¿Nos hemos dado cuenta de la importancia cultural y económica (en su raíz etimológica, cuidado de la casa) de los territorios campesinos?

Si a la montaña le ponemos un estetoscopio, ¿qué es lo que bulle abajo? El primer lugar cuando el hombre se asentó y se estableció como agricultor fue el suelo. Hoy, muchas montañas son territorios lunares, ya sea, por prácticas extractivas mineras, expansión urbana o por el uso de prácticas agrícolas industriales que devastan el suelo, al aplicar granulados, NPK triple 15 y gallinaza. Una agricultura, que no lo es en estricto sentido porque no necesita suelo y se olvida del espacio megadiverso donde cohabitan millones de microorganismos con plantas. Mientras más saludable sea el suelo, serán mejores las cosechas de alimentos, se contribuirá a mitigar la crisis climática, se garantizará el suministro de agua limpia y tendremos una despensa completa de medicinas. Todo comienza en el suelo. El secreto de la vida es el suelo, como lo afirmaba Ana María Primavesi.

Cultura se refiere, entre otras cosas, al cultivo de la tierra (cultus). El valor supremo de la vida es la diversidad. Lejos de las monoculturas, los monosaberes y los monosentires. Colere significa cultivar, cuidar, practicar, honrar. Cultivar en ese sentido implica practicar y honrar. En otras palabras cuidar los sueños, cuidar las culturas, cuidar la biodiversidad y preservar los biosaberes que han forjado a lo largo del tiempo campesinas y campesinos.

Honrar es admirar, respetar y estimar. Sin duda, en este corto camino hemos aprendido todo ello en los #HilosdelCampesinado en Altavista, junto a Marisol, Gilma, John Jairo, Luz Dary, Beatriz C y Beatriz Elena, Fauner, Claudia, María Teresa y Deisy. Un lugar donde pulsan por sobrevivir las horizontalidades fluidas para sostener la vida, a través de los medios y los modos de la siembra, la cosecha, el afecto a sus animales y la construcción de comunalidad -a través del entrecruzamiento de los afectos-sueños-juegos-memorias-.

La vida es un proceso de naturaleza-tierra. Es el momento de volver a poner los ojos en los suelos, para sentirnos parte, sentir/pensar, mirar/sentir para volver a caminar, y poner la cabeza y el corazón sobre un suelo vivo, así como lo hace Larva, la perrita de quien cariñosamente le decimos don Romanesco.

Referencias

    1. Herrero, Yayo  (13 de agosto de 2020). Los cinco elementos (II) Tierra. Contexto y Acción CTXT. España. Recuperado de: https://ctxt.es/es/20200801/Firmas/33134/Yayo-Herrero-cinco-elementos-tierra-hambre-extractivismo-expropiacion-agroindustria.htm
    2.  Ibíd.
    3.  Shiva, Vandana (27 de enero de 2018). Lo que hacemos al suelo, nos lo hacemos a nosotros mismos. Agencia EFE.
    4. Alcaldía de Medellín (2015). Plan de desarrollo local de Altavista “Incidiendo entre desafíos para la inclusión con dignidad. 2015-2027″. Medellín. p. 28 Recuperado de: https://www.medellin.gov.co/irj/go/km/docs/pccdesign/SubportaldelCiudadano_2/PlandeDesarrollo_0_17/ProgramasyProyectos/Shared Content/Documentos/2015/Planes de desarrollo Local/Corregimiento ALTAVISTA FINAL.pdf
    5.  Alcaldía de Medellín  (2019). Cifras y Estadísticas por Comuna y Corregimiento. Medellín. p. 1. Recuperado de: https://www.medellin.gov.co/irj/portal/medellin?NavigationTarget=navurl://40245fdc67f729e064c3ca24924bea6c
    6.  Alcaldía de Medellín. (2010). Atlas Veredal de Medellín. Medellín. p.134. Recuperado de: https://www.medellin.gov.co/irj/go/km/docs/wpccontent/Sites/Subportal del Ciudadano/Desarrollo Social/Secciones/Publicaciones/Documentos/2010/Atlas Veredal de Medellín.pdf
    7. Universidad Nacional y Alcaldía de Medellín (2011). Plan de Desarrollo Rural Sostenible y reconocimiento y valoración de la cultura rural de Medellín. Medellín. p. 49. Recuperado de: https://www.medellin.gov.co/irj/go/km/docs/wpccontent/Sites/Subportal del Ciudadano/Desarrollo Social/Secciones/Información General/Documentos/2011/plan de desarrollo.pdf
    8.  Es el límite entre dos cuencas hidrográficas contiguas. Es un criterio que permite dar cuenta de las fronteras territoriales. La locución latina usada en el derecho romano es divortium aquarum.
    9.  Los pobladores, en su gran mayoría, en etapa de crecimiento y producción, así como en etapa reproductiva ejercen presiones sobre el suelo al demandar suelo para la construcción de viviendas para los nuevos núcleos familiares, pero también para la construcción de equipamientos. Lo que implica mayores demandas de agua para consumo humano y desde luego mayor generación de aguas residuales. Al mismo tiempo que hay presión para la construcción de vivienda y equipamientos en la zona, el territorio ofrece pocas oportunidades de empleo para una población en edad de trabajar, esto hace que deba buscarse trabajo por fuera del corregimiento y convierte a Altavista en un  lugar “dormitorio” para sus habitantes.  (Ibid, p. 9). 
    10.  Universidad Nacional y Alcaldía de Medellín (2011). Plan de Desarrollo Rural Sostenible y reconocimiento y valoración de la cultura rural de Medellín. Medellín. p. 76. Recuperado de: https://www.medellin.gov.co/irj/go/km/docs/wpccontent/Sites/Subportal del Ciudadano/Desarrollo Social/Secciones/Información General/Documentos/2011/plan de desarrollo.pdf
    11. Ampliar en: https://www.medellin.gov.co/irj/portal/medellin?NavigationTarget=navurl://e0a781c3725b0ca53ae452144e2f5790
    12. Corantioquia, Formulación del Plan Integral de Ordenamiento y Manejo de la microcuenca Altavista, 2005, p. 14-15, cap 10. 
    13. Alcaldía de Medellín (2015). Plan de desarrollo local de Altavista “Incidiendo entre desafíos para la inclusión con dignidad. 2015-2027″. Medellín. p. 28. Recuperado de: https://www.medellin.gov.co/irj/go/km/docs/pccdesign/SubportaldelCiudadano_2/PlandeDesarrollo_0_17/ProgramasyProyectos/Shared Content/Documentos/2015/Planes de desarrollo Local/Corregimiento ALTAVISTA FINAL.pdf
    14.  Corantioquia. (2005). Formulación del Plan de Ordenamiento y Manejo de la microcuenca Altavista (PIOM). Medellín.  p. 12 cap. 11.
    15.  Ibíd., p. 17, cap. 11.
    16. Ibíd., p. 18, cap. 11.
    17.  Universidad Nacional y Alcaldía de Medellín (2011). Plan de Desarrollo Rural Sostenible y reconocimiento y valoración de la cultura rural de Medellín. Medellín. p. 49 y p. 28.
    18. Machado Aráoz (Abril de 2020). Pandemia: sintomatología del Capitaloceno. Recuperado de: http://comunizar.com.ar/pandemia-sintomatologia-del-capitaloceno/
    19.  Herrero, Yayo. (2018). Sujetos arraigados en la tierra y los cuerpos. Hacía una antropología que reconozca los límites y la vulnerabilidad. En: Petróleo. Barcelona: Arcadia. pp. 78-112.
    20. Alcaldía de Medellín. (2010). Atlas Veredal de Medellín. Medellín. Recuperado de: https://www.medellin.gov.co/irj/go/km/docs/wpccontent/Sites/Subportal del Ciudadano/Desarrollo Social/Secciones/Publicaciones/Documentos/2010/Atlas Veredal de Medellín.pdf
    21.  Ibíd.
    22. Alcaldía de Medellín (2015). Plan de desarrollo local de Altavista “Incidiendo entre desafíos para la inclusión con dignidad. 2015-2027″. Medellín. p. 31.
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