La montaña y el termo comunitario

Apropiación social del territorio por los habitantes de Buga Patio Bonito, corregimiento de Altavista, Medellín-Colombia.

En el Suroccidente de Medellín, sobre la ladera norte de un cañón longitudinal que conforma a Altavista Central, se encuentra la vereda Buga Patio Bonito del corregimiento Altavista. Un territorio que se debate entre lo rural y lo urbano y en el cual quienes lo habitan aún conservan parte del conocimiento ancestral sobre las plantas. Las historias que reflejan ese conocimiento están llenas de amor por la tierra, por los cultivos, por el aire que se respira y por el paisaje que habitan.


Los habitantes de estas tierras recuerdan cómo jugaban con matas como la Dormidera, que con solo tocarla cerraba sus hojas; otras como la Ruda, que con solo restregarla con las manos emanaba una fuerte fragancia. En la montaña, las flores llaman la atención de propios y foráneos: la Veraniega es la primera en formar el arco iris con su multiplicidad de colores; la Manzanilla, con su color ilumina de blanco el paisaje; la Violeta, resalta por ponerle un olor dulce al pedacito de tierra en el que se encuentra.
Las mujeres y los hombres que habitan en esta montaña aman cultivar sin químicos, sin envenenar la tierra y el agua. Sueñan con que los más jóvenes recuperen los saberes ancestrales sobre las plantas medicinales y alimenticias que cultivan. Sueñan con que algún día aprendan acerca de esas formas casi mágicas que tienen las plantas para calmar cuando hay dolores, para tranquilizar cuando hay nervios, para dormir cuando hay insomnio, para darle sabor a la comida, para brindar nutrientes al suelo y a las personas y animales.


Buga Patio Bonito no es el paraíso, las personas tienen problemas cotidianos como numerosas familias, no son ajenas a expresiones como “para qué se siembra si no hay quien compre” (Entrevista a Pedro Pablo Cubides Gamboa, Buga Patio Bonito, 9 de septiembre de 2021). Igualmente, saben que la ganancia se queda en la ciudad, es decir, el campesino termina perdiendo desde el mismo momento en que decidió cosechar para luego vender sus productos en el medio urbano, ya que la gente prefiere comprar comida envenenada, es decir, cultivada a base de químicos sintéticos, porque sale más barato para el bolsillo, pero con un alto costo para la salud.

Termos comunitarias, alivio del vecindario durante la cuarentena.


Uno de los propósitos de los hombres y mujeres que conocen sobre plantas medicinales es que algún día la gente quiera aprender cómo hacer abono orgánico, cultivar sin químicos, generar autonomía alimentaria, valorar la medicina tradicional a base de plantas, construir con los vecinos redes de trabajo, sembrar con semillas nativas y seguir arrimando la mano vecina y sanadora a través del termo comunitario.


El termo comunitario contiene una bebida hecha con sauco, limoncillo, naranja, limón, curíbano, violeta y miel de abeja, que ayuda a combatir enfermedades como la gripe. La práctica de compartir el termo comunitario, recuerda Marisol Zapata Garcés, “se realiza desde hace aproximadamente 12 o 13 años” (Entrevista a Marisol Zapata Garcés, Buga Patio Bonito, 9 de septiembre de 2021) como una forma de cuidar del vecino y principalmente de su salud, porque algunos afirman “no me gusta ir al médico” (Entrevista a Pedro Pablo Cubides Gamboa, Buga Patio Bonito, 9 de septiembre de 2021). Esta práctica ayuda a estrechar los lazos comunitarios, puesto que se convierte en la fórmula para construir tejido social.


Este (el termo comunitario) es una fuente de relaciones solidarias que hace que vivir en la montaña sea una experiencia que está atravesada por el cuidado, el respeto y el cariño que se expresa en el mismo, al tiempo que es una forma de compartir las recetas familiares para ayudar a aliviar los malestares de familiares y vecinos. Quien realiza su preparación hace una inversión de su tiempo de vida y su conocimiento al servicio de lo comunitario, como una forma de sanarse con los frutos que se cultivan en la montaña.


Finalmente, vivir en la montaña, cultivar y hacer uso de las plantas medicinales permite a sus habitantes tener unos saberes botánicos locales que le aportan a la salud y permiten sostener la vida en el campo. Como dijo alguna vez Eduardo Galeano “Mucha gente pequeña, en lugares pequeños, haciendo cosas pequeñas, puede cambiar el mundo”. Eso es lo que hacen cada día los habitantes de Buga Patio Bonito, cuando ponen a disposición de otros sus conocimientos y recursos para tratar sus dolencias.

La huerta como refugio pandémico

La huerta para algunos habitantes del corregimiento Altavista es donde se pueden tener cultivos a pequeña escala, y un lugar vivo donde cohabitan plantas aromáticas, ornamentales, tubérculos, condimentos, árboles frutales y medicinales, que ayudan con la alimentación del hogar y aportan a la salud, ya que algunas de ellas son utilizadas para combatir enfermedades según los conocimientos ancestrales de la población.


Para algunas personas, durante la emergencia crisis generada por la pandemia de la enfermedad de la COVID-19, la huerta les permitió escapar de las cuatro paredes de sus casas, y de los efectos que tiene el encierro para la salud humana debido a las cuarentenas decretadas por las autoridades gubernamentales, las cuales aumentaron los síntomas de enfermedades como el estrés, la ansiedad, la depresión, sumado a las rupturas del tejido social que supuso el confinamiento en la vida cotidiana de los territorios. Además, trabajar en la huerta, era algo “parecido a salir del hoyo” (Entrevista a Rosa Vargas Martinez, Nuevo Amanecer, 26 de septiembre de 2021), en tanto permitió el contacto de las personas con la naturaleza, el reconocimiento del potencial de la tierra para cultivar, al tiempo que posibilitó que algunas personas de Altavista pudieran valorar desde otras perspectivas sus casas, y los espacios que la rodean. De allí que la huerta influyera positivamente en la salud mental porque “tanto encierro enloquece” (Entrevista a Rosa Vargas Martinez, Nuevo Amanecer, 26 de septiembre de 2021).


Así la huerta se convirtió en una distracción para quienes las trabajaban y con el tiempo se dieron cuenta de la importancia de las plantas y los árboles que en ellas estaban sembrados, en especial cuando se dispararon los precios de los alimentos y pudieron acceder a la cebolla de rama, el tomate, el plátano, la yuca y la papaya sin necesidad de comprarlos. Ahora bien, cuando los vecinos empezaron a enfermar de la COVID-19, y decidieron recurrir a la medicina tradicional para tratar sus síntomas como: fiebre, tos seca, congestión nasal, ansiedad, depresión y dificultad para conciliar el sueño; las plantas fueron sus mejores aliadas y con ello evitaban ir a los servicios de salud por miedo a la enfermedad.
Compartir con los vecinos una planta medicinal ayudó a estrechar los lazos de solidaridad y comunidad, la planta y el árbol de la huerta que fue más buscado por propietarios y vecinos durante las cuarentenas fueron el Limoncillo y el Matarratón, ya que son plantas calientes que sirven para combatir la tos, el dolor de cabeza y la fiebre. Tanta fue la demanda de Limoncillo que las plantas quedaron sin hojas, sólo quedó el tallo. La misma suerte corrió el Matarratón, un árbol de tamaño mediano, que se quedó sin hojas, convirtiéndose en un símbolo de solidaridad, en la medida que nadie que pidió se fue con las manos vacías.


Algunas huertas en el barrio Nuevo Amanecer se construyeron al lado de la vía principal, este espacio antes era utilizado por algunos de los habitantes de la comunidad para el vertimiento de escombros, pero con la construcción de estas se da una apropiación distinta del espacio público. Además, con las huertas también aparecieron los pájaros, doña Rosa Vargas Martínez y doña Carmen Acosta Pacheco decidieron crear cebaderos de aves lo que permitió transformar el paisaje sonoro y la vida en el territorio, ahora es común observar distintas aves en las mañanas y en las horas de la tarde.


Finalmente, la huerta como refugio pandémico refleja la producción social del territorio por parte de las comunidades en su intento de satisfacer algunas necesidades sociales en un momento de crisis que detona que la gente quiera hacer algo diferente con el espacio público, de ahí que la huerta sea una protagonista en la salud física y mental, en la medida que le posibilita a los habitantes de Nuevo Amanecer trabajar, distraerse y cuidar de los otros a través de las plantas e incluso proteger algunas especies de pájaros, rescatar ciertas prácticas -alimenticias, medicinales y de trabajo conjunto-, y recuperar los lugares públicos deteriorados por el vertimiento de escombros.