La huerta como refugio pandémico

La huerta para algunos habitantes del corregimiento Altavista es donde se pueden tener cultivos a pequeña escala, y un lugar vivo donde cohabitan plantas aromáticas, ornamentales, tubérculos, condimentos, árboles frutales y medicinales, que ayudan con la alimentación del hogar y aportan a la salud, ya que algunas de ellas son utilizadas para combatir enfermedades según los conocimientos ancestrales de la población.


Para algunas personas, durante la emergencia crisis generada por la pandemia de la enfermedad de la COVID-19, la huerta les permitió escapar de las cuatro paredes de sus casas, y de los efectos que tiene el encierro para la salud humana debido a las cuarentenas decretadas por las autoridades gubernamentales, las cuales aumentaron los síntomas de enfermedades como el estrés, la ansiedad, la depresión, sumado a las rupturas del tejido social que supuso el confinamiento en la vida cotidiana de los territorios. Además, trabajar en la huerta, era algo “parecido a salir del hoyo” (Entrevista a Rosa Vargas Martinez, Nuevo Amanecer, 26 de septiembre de 2021), en tanto permitió el contacto de las personas con la naturaleza, el reconocimiento del potencial de la tierra para cultivar, al tiempo que posibilitó que algunas personas de Altavista pudieran valorar desde otras perspectivas sus casas, y los espacios que la rodean. De allí que la huerta influyera positivamente en la salud mental porque “tanto encierro enloquece” (Entrevista a Rosa Vargas Martinez, Nuevo Amanecer, 26 de septiembre de 2021).


Así la huerta se convirtió en una distracción para quienes las trabajaban y con el tiempo se dieron cuenta de la importancia de las plantas y los árboles que en ellas estaban sembrados, en especial cuando se dispararon los precios de los alimentos y pudieron acceder a la cebolla de rama, el tomate, el plátano, la yuca y la papaya sin necesidad de comprarlos. Ahora bien, cuando los vecinos empezaron a enfermar de la COVID-19, y decidieron recurrir a la medicina tradicional para tratar sus síntomas como: fiebre, tos seca, congestión nasal, ansiedad, depresión y dificultad para conciliar el sueño; las plantas fueron sus mejores aliadas y con ello evitaban ir a los servicios de salud por miedo a la enfermedad.
Compartir con los vecinos una planta medicinal ayudó a estrechar los lazos de solidaridad y comunidad, la planta y el árbol de la huerta que fue más buscado por propietarios y vecinos durante las cuarentenas fueron el Limoncillo y el Matarratón, ya que son plantas calientes que sirven para combatir la tos, el dolor de cabeza y la fiebre. Tanta fue la demanda de Limoncillo que las plantas quedaron sin hojas, sólo quedó el tallo. La misma suerte corrió el Matarratón, un árbol de tamaño mediano, que se quedó sin hojas, convirtiéndose en un símbolo de solidaridad, en la medida que nadie que pidió se fue con las manos vacías.


Algunas huertas en el barrio Nuevo Amanecer se construyeron al lado de la vía principal, este espacio antes era utilizado por algunos de los habitantes de la comunidad para el vertimiento de escombros, pero con la construcción de estas se da una apropiación distinta del espacio público. Además, con las huertas también aparecieron los pájaros, doña Rosa Vargas Martínez y doña Carmen Acosta Pacheco decidieron crear cebaderos de aves lo que permitió transformar el paisaje sonoro y la vida en el territorio, ahora es común observar distintas aves en las mañanas y en las horas de la tarde.


Finalmente, la huerta como refugio pandémico refleja la producción social del territorio por parte de las comunidades en su intento de satisfacer algunas necesidades sociales en un momento de crisis que detona que la gente quiera hacer algo diferente con el espacio público, de ahí que la huerta sea una protagonista en la salud física y mental, en la medida que le posibilita a los habitantes de Nuevo Amanecer trabajar, distraerse y cuidar de los otros a través de las plantas e incluso proteger algunas especies de pájaros, rescatar ciertas prácticas -alimenticias, medicinales y de trabajo conjunto-, y recuperar los lugares públicos deteriorados por el vertimiento de escombros.