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Líder del juego y el baile 

Gilma Rúa

Lugar de nacimiento: Medellín
Lugar donde vive actualmente: Vereda el Morro – Corazón
Sector: Travesías
Organización: CCCP – Mesa Campesina
Altavista en una palabra: Mi Casa-Territorio
A que se dedica: sembrar
Pensamientos: Yo no hago sino planear y planear.
Aire-Agua-Tierra -Fuego: El aire de acá yo creo que ustedes no lo respiran ni cuando ustedes entran a sus casas, es puro y limpio. Desde las 4;00 am ustedes ven la nubosidad y esa frescura de todo el territorio. Los que vienen llegan maravillados y dicen aquí se respira algo diferente.
Incluso siempre las llevo a la parte de arriba porque se divisa todo Medellín. Hasta San Cristóbal con la cárcel. Acá hay 3 aguas, de nacimiento, potable y de la vereda. No hay plata pero somos millonarios. Carecemos de polución y ruido.

Memorias
Mi niñez fue como el judío herrante. A mi me criaron abuela y bisabuela y teníamos una tía que nos pagaba arriendo. Fuimos abandonadas por mamá y papá. Cuando tenía 10 años, estábamos viviendo en Belencito Corazón, cerca de la Madre Laura. Allí pasé parte de la niñez. Me acogió un grupo de señoras, ellas se llamaban Las Lavanderas, y lavaban en la quebrada. A los diez años aprendí el lavado de ropa junto a ellas. Hoy estoy al rescate de esa memoria que es patrimonial e histórica. Ahí se me fue la niñez porque a los 14 años me casé. Con el que fue mi esposo, comenzamos a subir y habitamos el barrio El Corazón. Estuvimos allí entre 25 y 30 años en una casa propia donde crecieron los hijos. Sin embargo, me tocó la guerra de las milicias populares. Uno de esos jefes se enamoró de la propiedad y me dijo que la tenía que desocupar. Yo no tenía a dónde ir y los niños eran muy pequeños. Me mataron al hijo mayor. Esa fue una señal. Ellos estaban hablando en serio. Me quitaron la casa y salimos con una mano adelante y otra atrás, porque no sabíamos a dónde ir. No dije nada, por los niños, y por miedo a que al esposo le pasara lo mismo que a mi hijo. Me quedé callada y nos quitaron la casa. Otra vez me sentí como judío herrante y terminamos viviendo en la vereda Travesías El Morro. Gracias a Dios, nos estabilizamos. La UMATA nos dio una parcela de cítricos. Esa es la producción que hay en este momento.

Me casé de 14 años y tuve que salir de estudiar. Estaba en tercero de bachillerato, lo que hoy conocen como octavo. Cuando mi hija menor tenía 15 años, me quité el delantal de la cocina y entré al colegio nocturno. Me gradué de 11, a los 60 años. Empecé un proceso donde me pongo a estudiar todo lo que la Alcaldía ofrece. Hoy, tengo más de 40 certificados de las Universidades. En diciembre terminé dos Diplomados en la San Buenaventura, uno que se llama Derecho a la Ciudad y al Territorio. Y el otro, Derecho al Territorio desde procesos comunitarios. Una cosa lleva a la otra. En este momento estoy en otro diplomado con la Universidad de Antioquia. Es sobre Gestión Pública Social, una apuesta para la Gobernanza. En este momento estoy en el módulo de contratación con Ley 80. Busco permanentemente espacios para aprender y con ese conocimiento que adquiero, ver dónde puedo ir ayudando.

Juegos
Desde 1998 empecé a ejercer el liderazgo. Todavía tengo un Recreando. He sacado 3 generaciones. No me he desligado de ese espacio, porque aunque no pueda brincar y correr, los niños me dicen que yo les enseño muchas cosas a través de los talleres. Afortunadamente hay dos niñas que tienen 15 años. Ellas van a empezar a liderar ese espacio. Recreando es un espacio de recreación y juegos con 44 niñas y niños. Cada 15 días nos juntamos. Es un espacio de convivencia donde trabajamos los derechos de niñas y niños y se tratan asuntos de violencia familiar y exterior.

En los pocos tiempos que tengo me pongo a pintar en tela. Estoy haciendo un mantel de navidad.
Me pongo a hacer tareas, proyectos y se los comunico a los compañeros con quienes haré la Acción Comunal.

Afectos
Ellas, las abuelas, ya eran muy adultas y nunca tuvimos lujos, ni cosas especiales, pero cariño y amor nunca nos faltó, aunque fuimos niños abandonados por nuestros padres.

Yo vivo en territorio rural, me siento muy bien. Soy adulta mayor, pero no me pesan los años.

Altavista es un territorio rural con necesidades, pero tiene mucha hermandad.

Me levanto desde las 4:00 de la mañana. Voy haciendo un cronograma de actividades. A las 6:30 arreglo mi cuarto, lavo la ropa, arreglo la casa y a las 8:30 de la mañana ya está listo el almuerzo. Me voy a cuidar el terreno, porque tengo pollos de engorde. Cuando es verano voy a desyerbar, a ver qué se va a sembrar. También, temprano a las 9:00, salgo camino arriba de la vereda arriba donde está el Cristo. Allá me ofrecen tinto. Comenzamos a conversar, a planear y así se me va yendo el día, voy bajando, entro a otra casa y así me voy yendo de finca en finca y conversando con las personas de la vereda.

Mi casa es el territorio. No puedo decir que donde vivo sea el hogar de todo el día. Salgo en la mañana y cuando llego me acuesto. Si dejo de ir a la parte alta, me dicen preguntan por qué no había vuelto, qué pasó. Yo sé que salgo, pero no sé a qué horas vuelvo. A veces me siento como si fuera médico, sacerdote o profesional de la Alcaldía.

Sueños
Soy consejera en el CCP (Consejo Corregimental de Planeación y de Presupuesto Participativo) en la Mesa Campesina, pero también soy la secretaria del Comité Campesino del Valle de Aburrá. En el Valle de Aburrá hay aproximadamente 52 mil campesinos. Nos asociamos con Penca de Sábila cuando vimos la necesidad de la población campesina, que debe esperar mínimo 3 meses para tener una buena cosecha y poder empezar a vender. Pero además, ¿dónde la va a vender? En Altavista no hay una zona de acopio, ni un mercado que sea estable. Acá se juega con las variedades del costo de los productos. Yo saco naranja tangela, pero si voy al supermercado, allí la frutera me dice que me paga el kilo a 600 pesos. Ellos la venden a 1.500 pesos, entonces, ¿cuál es mi ganancia? Lo mismo ocurre con la mandarina, que venden el kilo a 1.700. El transporte también es muy costoso. En la minorista no tienen entrada los productores pequeños. Yo empaco una docena de naranjas y mandarinas, cada una a dos mil pesos. No sé si estoy perdiendo, pero sí sé que tengo una ganancia y que puedo sacar toda la producción.
Esas necesidades tan básicas y tan sentidas me han hecho trabajar por el campesinado.

Hicimos una Asamblea de Campesinos, todos teníamos el mismo sentir: queríamos un mercado estable y justo. Decidimos conformar el Distrito Rural Campesino. Este busca cobijar a todos los campesinos y campesinas del Valle de Aburrá. Empezó como un sueño y nos apegamos a esa figura, donde están los 5 corregimientos de Medellín.

Aquí todo es agroecológico. Pero en Travesías El Morro hay muchas necesidades: tenemos campesinos de 80 y 90 años que no pudieron volver a trabajar, pero tampoco tienen subsidios. ¿Por qué no darles una ayuda que les permita vivir bien el resto de sus años?. Por otro lado, al campesino que trabaja se le puede compensar. En verano debe asumir los costes del riego, pero en invierno, la semilla se le puede podrir y se queda sin trabajo. Podríamos darle un aporte para que no tenga que buscar en otra parte o hacer oficios varios. Hay viviendas campesinas que requieren arreglos, muchas son de tapia. Hay campesinos que son analfabetas. Pero además, las mujeres campesinas necesitan mucho apoyo. requieren de mucho. Con sus hijos, a los que nunca les pudo dar una Universidad.

En este territorio no hay Acción Comunal, entonces estoy lanzando una porque estoy rodeada de gente jóven.

Yo quisiera tener plata para hacer una Fundación. Un Centro Integral para Niños. Ayudar a una pareja de adultos mayores, porque quisiera tenerlos muy bien.

Covid-19

Con la pandemia las niñas y los niños están muy encerrados. Ellos están estresados, porque no los dejan salir, ni moverse. Cuando terminan de estudiar, no saben qué hacer. Con el Recreando les llevé fomi, materiales e hicimos un Hello Kittie. Me fui de casa en casa, incluso más arriba donde no me corresponde, porque allá está otra compañera. Tenemos que pensar qué hacemos con ellos que ahora no pueden correr, ni jugar.

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